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Glorificación: es un estado de suma exaltación y perfección. Jesús resucitó con un cuerpo glorioso. Los creyentes difuntos serán glorificados en la resurrección, y al mismo tiempo los creyentes que estén aún vivos cuando el Señor vuelva serán instantáneamente glorificados (1 Tesalonicenses 4:13-17; 1 Corintios 15: 35-54). Los creyentes glorificados poseerán un cuerpo incorruptible, y ya no tendrán naturaleza pecaminosa, necesidad de comer o beber, ni estarán sujetos a la muerte (Romanos 8:30).

Gracia: puede definirse como el favor inmerecido, aquello que se otorga sin mérito por parte del que lo recibe; es la bondad de Dios para con el hombre (Lucas 1:30). Frecuentemente se usa la palabra gracia para expresar el concepto de la bondad dada a alguien que no la merece, por ende favor inmerecido, especialmente aquel tipo o grado de favor otorgado a los pecadores por Jesucristo (Efesios 2:4-5). Por lo tanto, la gracia es aquel favor inmerecido de Dios para con el hombre caído por el cual, por amor de Cristo, el unigénito del Padre, lleno de gracia y verdad (Juan 1:14), ha provisto la redención del hombre. Se distingue de la Justicia y de la Misericordia. La justicia consiste en recibir lo que se merece; la misericordia, en no recibir lo que se merece.

Herejía: es una falsa enseñanza concerniente a la fe, una posición doctrinal que se aparta de la verdad revelada en la Biblia. El término proviene de una palabra griega que significa «elegir«: El hereje «elige» qué partes de la Biblia va a creer y cuáles va a rechazar. Se nos advierte en contra de la herejía en Hechos 20:29-32 y Filipenses 3:2, entre otros textos. Existen históricamente numerosas herejías; algunas de las más importantes son la de negar la divinidad de Jesucristo y la naturaleza personal del Espíritu Santo.

Hijo de Dios: uno de los títulos principales de Jesús en el N.T. La conciencia filial de Jesús y su relación única con el Padre son particularmente enfatizadas en el Evangelio de Juan. Jesús es el único Hijo de Dios (Juan 6:40).Implica su divinidad (Juan 5:18) porque el título lo pone en pie de igualdad con Dios. Tiene muchas facetas; por ejemplo, muestra que Jesús debe ser honrado como se honra al Padre (Juan 5:22-23), debe ser adorado (Mateo 2:2,11; 14:33; 28:9; Juan 9:35-38; Hebreos 1:6); llamado «Dios» (Juan 20:28; Hebreos 1:8) y se le debe orar (Hechos 7:55-60; 1 Corintios 1:1-2).

Hombre: Dios hizo la especie humana, primeramente al varón y después a la mujer, como una sola especie (Hechos 17:26) distinta del mundo animal. Dios hizo al hombre en la imagen y apariencia de sí mismo (Génesis 1:26-27; Salmo 8:5). El primer hombre, Adán, y la primera mujer, Eva, fueron puestos en el Jardín del Edén con el propósito de que gozasen de comunión con Dios y que cumpliesen el plan de Dios para la creación. Cuando Adán y Eva pecaron, toda la humanidad cayó con ellos (Romanos 5:12-21). Adán representaba federativamente a toda la humanidad: «…en Adán todos mueren…» (1 Corintios 15:22). Como resultado de la desobediencia de Adán, vino la condenación para todos los hombres (Romanos 5:18). Por tanto, somos por naturaleza «hijos de ira«, es decir, estamos expuestos al justo juicio de Dios (Efesios 2:3).

Humildad: la actitud del cristiano que nos enseña a que cada uno debe ser libre de orgullo «no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura…» (Romanos 12:3). La humildad nos enseña a preferir a otros antes que a nosotros mismos (Romanos 12:10). Implica conocer nuestra verdadera posición ante Dios. La humildad es imprescindible para ser un real discípulo de Jesús (Mateo 18:3-4). El mayor ejemplo de humildad es nuestro Señor Jesucristo (Juan 13:1-5; Fil. 2:5-8).

Ídolo, Idolatría: es una representación de una deidad en forma humana o simbólica, que es adorada o venerada como una manifestación tangible de la presencia divina. Los ídolos son una cosa abominable para Dios (Éxodo 20:4; 2 Rey. 21:11; 2 Corintios 6:16). La idolatría consiste en la adoración de un dios falso o substitutivo del verdadero, generalmente un objeto físico o un artefacto; es postrarse ante los ídolos en adoración, plegaria o veneración.

Iglesia: la palabra procede del griego ekklesia, y significa asamblea, congregación de los que han sido llamados. La iglesia es el cuerpo de Cristo (conformado por quienes han creído en Él y le han aceptado como su Señor y Salvador), a través del cual Dios penetra en el mundo con su mensaje de conversión y santificación por el Espíritu Santo. El término se emplea en dos sentidos: la iglesia visible y la iglesia invisible. La primera está compuesta por todos cuantos dicen ser cristianos y se congregan. La iglesia invisible es el verdadero cuerpo de creyentes, aquellos que son verdaderamente salvos; ningún hombre puede ver en los corazones para distinguir entre unos y otros, por tanto la composición de la iglesia invisible sólo es conocida por Dios.

Imputar, Imputación: es el acto de atribuirle a alguien la bendición, maldición, deuda o pago de otro. El pecado de Adán, como cabeza de la raza humana, es imputado a todo hombre (Romanos 5:12-21). Por esta razón, todos somos culpables ante Dios. Por otra parte, nuestros pecados le fueron imputados a Jesús en la cruz, cuando Él «se hizo pecado» en nuestro favor (2 Corintios 5:21) y cargó con ellos en Su muerte (Isaías 53:4-6). Cristo es así la cabeza de la nueva humanidad redimida (Romanos 5: 12-21; 2 Corintios 5:17-21).

Infierno: es el lugar del futuro castigo eterno de los condenados, incluyendo a Satanás y sus ángeles caídos. Hay varias palabras que suelen traducirse «infierno» en la Biblia: Hades, un término griego, es la morada de los muertos que comprende el estado intermedio, entre la muerte y la resurrección (Mateo 11:23; 16:18; Hechos 11:27; 1 Corintios 15:55; Apocalipsis 1:18, 6:8). Corresponde aproximadamente al hebreo Sheol, el lugar de los muertos (no la tumba, que corresponde al hebreo keber y al griego mnema). A esta morada intermedia van tanto justos (Salmo 16:10, 30:3; Isa 38:10) como impíos (Números 16:33; Job 24:19; Salmo 9:17).

El infierno es un lugar de fuego eterno (Mateo 25:41; Apocalipsis 19:20). Fue originalmente preparado para el diablo y sus ángeles (Mateo 25:41). Será, efectivamente, la morada eterna de los ángeles rebeldes (2 Pedro 2:4), pero también de todo hombre que rehúse arrepentirse y reconciliarse con Dios por medio de Cristo (Apocalipsis 20:15; 21:8). Esto ocurrirá en el juicio final, donde asimismo la muerte y el Hades serán abolidos (Apocalipsis 20:14).

Inmutabilidad: es el atributo de permanecer esencialmente igual en naturaleza, esencia, atributos, conciencia, voluntad y promesas. El mismo dijo de Sí en Éxodo 3:14, «Yo SOY el que SOY«, dando a entender Su inmutabilidad y soberanía. Él no cambia, ni puede cambiar Su carácter moral, Su amor, Su santidad, Su misericordia, Su justicia, Su omnipotencia, Su omnisciencia, Su omnipresencia ni ningún otro atributo esencial de Su ser (Santiago 1:17). El mismo atributo es compartido por la Trinidad, Padre (Santiago 1:17), Hijo (Hebreos 13:8) y Espíritu Santo (Hebreos 9:14). Ningún cambio es posible en Dios, porque cualquier cambio debe ser para lo mejor o lo peor, y Dios es absolutamente perfecto.

La inmutabilidad no significa que Dios no pueda variar en otros sentidos. La encarnación de Jesús es un ejemplo de cambio (Juan 1:14; Gálatas 4:4). Asimismo, la actitud de Dios con respecto a una persona cambia cuando ésta llega a ser un cristiano, ya que en Cristo es quitada la enemistad entre Dios y el hombre (Romanos 5:10).

Inspiración: es la acción por la cual Dios guió a los autores humanos de la Biblia; la doctrina de la inspiración establece que la redacción de las Escrituras se realizó bajo la influencia directa de Dios. Esto no significa negar el estilo propio de cada autor humano y de cada libro de la Biblia. Dios no anuló la personalidad de Sus siervos, sino que más bien la empleó para Su propósito de revelarse a Sí mismo a través de la obra de ellos.

Tanto en 2 Timoteo 3:16, como en 2 Pedro 1:19-21, se asevera explícitamente el hecho de que los Escritos Sagrados son un producto de la inspiración divina. Los autores de la Escritura escribieron bajo la inspiración del Espíritu (Marcos 12:36). En consecuencia, la Biblia está libre de errores y presenta con exactitud y autoridad la enseñanza de Dios.

Ira: bíblicamente, es el juicio divino sobre el pecado y los pecadores. No significa solamente una actitud impulsiva de Dios ante la impiedad, sino que denota el odio, la repulsión, y la indignación de Dios ante el mal. Dios es amor por naturaleza (1 Juan 4:16); no obstante, en Su justicia debe castigar el pecado.

La ejecución de este castigo es llamada la ira de Dios. Se manifestará en su temible plenitud en el final Día del Juicio, cuando aquellos que hayan rechazado la salvación serán enviados al lago de fuego para su eterno castigo (Mateo 25:31-46; Apocalipsis 20:11-15). Además, está en el presente manifestada en menor medida contra los inicuos (Romanos 1:18-32) en el endurecimiento de sus corazones.