SQ005-La Homiletica

La Homilética es la ciencia y el arte que trata de la preparación y predicación de mensajes de la Palabra de Dios. Esta palabra se deriva de homilía que significa “razonamiento o plática que se hace para explicar al pueblo materias de religión”.

Ciencia significa conocimiento clasificado. Arte es la aplicación y el uso de ese conocimiento. Una cosa es adquirir, mediante el estudio, un conocimiento teórico y cosa muy distinta es usar este conocimiento, impartiéndolo eficazmente a otros.

No debe haber duda alguna sobre la urgente necesidad tanto de predicar el evangelio a los inconversos como de enseñar la Palabra de Dios a los creyentes.

¿Quiénes llevarán la luz del evangelio de Cristo a los que habitan en tinieblas y sombra de muerte?

En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.

(2 Corintios 4:4).

 

“Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz” (Lucas 1:79).

Solo existe una respuesta a esta pregunta:

Los creyentes jóvenes deben capacitarse mediante la consagración de su corazón, la determinación decidida y la preparación diligente para tan tremenda tarea. La consideración del llamado y la comisión de Isaías debe ser un desafío para cada creyente (Isaías 6).

  • Isaías recibió una revelación de la majestad, la gloria y la santidad del Señor:

En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo.

(Isaías 6:1-4).

  • Dios llamó a un hombre a quien Él se había revelado y a quién había limpiado de la contaminación del pecado. Únicamente los tales reciben un llamado al servicio.
  • Dios comisionó y dotó a Isaías de todo cuanto necesitaba en lo que refiere a autoridad para la predicación:

Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad.

(Isaías 6:9-10).

  • Hubo también comunión con Dios:

Y yo dije: ¿Hasta cuándo, Señor? Y respondió él: Hasta que las ciudades estén asoladas y sin morador, y no haya hombre en las casas, y la tierra esté hecha un desierto.

(Isaías 6:11).

  • Isaías tuvo el privilegio de inquirir del Señor acerca de su servicio, disfrutando así de comunión con Él.

¿Qué valor tiene la Homilética?

En vista de que la predicación es el método divinamente ordenado para difundir el mensaje del evangelio entre los inconversos y para edificar a los creyentes, cada siervo del Señor debe procurar que su predicación y enseñanza sean lo más eficaces posible (Romanos 10:13-17; Efesios 4:11-12).

Las condiciones críticas en la actualidad exigen del predicador la preparación inteligente de su sermón, el arreglo lógico de su tema, la presentación clara y enérgica de la verdad y, sobre todo, el cultivo de aquellas cualidades espirituales  que son base de toda predicación efectiva (Mateo 25:21).

El Nuevo Testamento nos dice que cada creyente es testigo de Cristo y sacerdote de Dios. Un testigo es aquel que da testimonio de lo que sabe como resultado de lo que ha visto, oído o experimentado personalmente.

Como testigo es responsable de dar testimonio al mundo respecto a la persona y obra de Cristo, su Salvador y Señor (Hechos 1:8; Juan 15:16, 26, 27; Lucas 8:38-39; Marcos 5:19).

Como sacerdote cada creyente debe ofrecer “sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:4-10; Apocalipsis 1:5-6; Apocalipsis 5:9-10). Estos sacrificios consisten en ofrecer:

  • Nuestro cuerpo, presentado voluntariamente a Dios (Romanos 6:13; Romanos 12:1-2).
  • Alabanza por todo lo que Dios ha hecho, está haciendo y hará (Hebreos 13:5).
  • Oraciones por las necesidades propias y de los demás (Salmo 141.2).
  • Adoración por lo que Dios es, según ha sido revelado en Cristo (Juan 4:23-24).
  • Servicio voluntario y lleno de gozo (Filipenses 2:17).
  • Nuestros bienes y nuestro dinero (Filipenses 4:18; 2 Corintios 8:9).

El Nuevo Testamento nos indica que todo creyente es testigo y sacerdote pero no nos enseña que todo creyente es predicador o maestro. La habilidad de predicar y enseñar es un don que Dios mismo imparte a ciertos creyentes (Efesios 4:7-16). Los dos primeros dones mencionados en este pasaje pertenecen al fundamento de la iglesia y ya no son necesarios (Efesios 2:20-22). Pero los evangelistas, pastores y maestros pertenecen a la estructura de la iglesia y sirven para edificarla hasta el día en que se encuentre completa y glorificada con Cristo.

Hay tres palabras que deben ser bien entendidas:

  • El Don, o talento, viene de Dios.
  • El conocimiento viene por estudio concentrado y diligente de la palabra de Dios, acompañado de oración.
  • La habilidad se desarrolla a medida que el don es ejercitado.

El don es recibido de Dios; el conocimiento es adquirido por el estudio; y la habilidad se desarrolla en la práctica.

Los Requisitos para ser Predicador

Todo aquel que va a predicar y enseñar la Palabra de Dios, debe cumplir los siguientes siete (7) requisitos:

1. Debe ser regenerado

Todo predicador debe nacer otra vez y ser salvo por la gracia de Dios habiendo aceptado a Cristo como Salvador personal y confesándole públicamente como Señor de sus vidas (Juan 1:12-13; Juan 3:3-16; Romanos 10:9-10; Tito 3:4-7).

“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14)

Solamente la persona en quien mora el Espíritu de Dios es apta para apreciar y promulgar la verdad divina. Es imperativo que cada persona que pretenda presentar la Palabra de Dios a los demás, esté segura de haber experimentado el nuevo nacimiento y que pueda testificar con verdad:

“He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí” (Isaías 12:2).

2. Debe amar al Señor Jesús

El predicador no debe ser impulsado únicamente por el sentido de obligación que el nuevo nacimiento le impone a cada cristiano, sino que debe además sentirse constreñido por el amor de Cristo (1 Corintios 9:16-22).

La expresión “el amor de Cristo” aparece tres (3) veces en el Nuevo Testamento y debe ser nuestro estudio supremo (Efesios 3:19), el móvil de nuestro servicio (2 Corintios 5:14-15), y la fuerza que nos sustenta (Romanos 8:35-39).

Fue el amor de nuestro Señor hacia el Padre lo que lo trajo a la tierra, en sumisión voluntaria, para llevar a cabo la obra necesaria para nuestra salvación (Juan 14:31).

3. Debe amar a las almas

Un predicador nunca podrá ser fiel obrero de Cristo si no tiene un profundo amor hacia las almas perdidas, a quienes predica el evangelio de la gracia de Dios.

Cristo fue nuestro ejemplo en esto. Su solícita, tierna y amante compasión era evidente cuando andaba entre los hombres. Su corazón estaba lleno de amor para con los pobres pecadores a quienes vino a buscar y salvar (Mateo 20:34; Mateo 14:14; Mateo 15:32; Marcos 1:41; Lucas 7:13; 1 Corintios 13).

Compasión significa sentir el dolor que hay en el corazón de otro.

4. Debe ser asiduo estudiante de la Biblia

Puesto que la Biblia es la suprema autoridad del predicador y el manantial de donde procede toda su predicación, es imperativo que esté bien familiarizado con el contenido íntegro de las Escrituras. El predicador debe estudiar la Biblia con devoción y para su propio provecho espiritual antes de poder comunicar su mensaje a un auditorio.

Nada puede reemplazar la comprensión completa del contenido de la Biblia que se adquiere sólo mediante la lectura constante, sistemática y devocional del libro entero, vez tras vez.

El predicador debe poder citar porciones de la Biblia de memoria. Poder citar exactamente lo que la Palabra de Dios dice sobre el tema que se está tratando, no solamente impresionará al auditorio con el valor y la autoridad de la Biblia, sino también con la fe, reverencia y amor que el predicador tiene para con ella (2 Samuel 24:24).

5. Debe saber orar

El que quiere hablar mucho al hombre acerca de Dios, debe hablar mucho con Dios acerca del hombre. En la oración Dios ha puesto a nuestro alcance una fuerza que puede mover la mano que mueve al mundo. Sabio en verdad es el que debidamente aprecia y aprovecha constantemente el tremendo poder que hay en la oración sincera y llena de fe:

“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7).

El Hijo de Dios vivió sobre la tierra en sujeción voluntaria a la voluntad de su Padre, bajo la dirección y en el poder del Espíritu Santo y en obediencia absoluta a la Palabra de Dios (Juan 5:19,30). El evangelio de Lucas registra diez (10) ocasiones cuando Él oró (Lucas 3:31; 5:16; 6:12; 9:18; 9:29; 11:1; 22:32; 22:42; 23:34; 23:46).

Toda predicación debe ser santificada por la oración, tanto en su preparación y presentación, como en el esfuerzo por preservar sus resultados.

6. Debe llevar una vida limpia

En el ministerio cristiano una vida santa es algo imprescindible. Un predicador debe ser irreprochable en su conducta. Debe tener “buen testimonio de los de afuera” (1 Timoteo 3:7). No solamente debe “Predicar la Palabra” sino también “Adornar la Doctrina” (Tito 2:10). Este adorno consiste en honradez en los negocios, veracidad en la conversación, vida moral, mente sana, temperamento ecuánime, proceder recto y carácter piadoso (Salmo 15:1-5; 1 Tesalonicenses 2:9-12; 1 Pedro 2:11,16).

7. Debe ser apto para el trabajo

a) Debe ser apto espiritualmente

El predicador no solo debe ser regenerado, sino que debe ser dotado por el Señor para poder predicar o enseñar (Efesios 4:7-16). Cuando se predica o enseña, simplemente se usa un don recibido de Dios. No tiene por qué adoptar una actitud presuntuosa sintiéndose superior a los que no han sido igualmente dotados.

Este don debe ser despertado y desarrollado (2 Timoteo 1:6). Esto se logra mediante la fiel aplicación a la tarea de predicar, mucha ferviente oración pidiendo sabiduría y poder, y estudio diligente de la Biblia.

Hay dos aspectos del don: El divino y el humano. Es prerrogativa de Dios el concederlo y es responsabilidad nuestra el despertarlo y ejercitarlo (1 Pedro 4:10-11; Mateo 25:14-30).

Aquel que es llamado y dotado para predicar, pero descuida el don por no hacer el esfuerzo que se requiere, con el tiempo perderá esta habilidad y descubrirá que ya no puede predicar.

b) Debe ser apto físicamente

La predicación es una tarea ardua, y exige un desgaste tremendo de energía (3 Juan 2). El predicador debe cuidar lo que pone dentro de su cuerpo, es decir, sus alimentos; lo que pone sobre su cuerpo en forma de vestido; dónde lleva su cuerpo en lo que respecta a lugares que frecuenta; y lo que hace a su cuerpo en lo que se refiere a ejercicio.

c) Debe ser apto mentalmente

Un predicador, más que nadie, debe poseer una mente sana. La agilidad mental es sin duda un requisito esencial para aquel cuyo privilegio y responsabilidad es el de proclamar temas tan elevados y sublimes como lo son Dios, Cristo, el Espíritu Santo, la salvación y la felicidad o desdicha eterna de la humanidad (Tito 1:9, 13; 2:1, 2, 8).

d) Debe ser apto en lo que se refiere a su educación

Ser hallado deficiente en cuanto a educación al convertirse no es deshonra, pero el permanecer voluntariamente en tal condición es inexcusable (Jeremías 48:10).

El castigo de la ignorancia voluntaria es ignorancia más profunda y abismal (1 Corintios 14:38; 2 Timoteo 2:15).

Debemos distinguir entre conocimiento y sabiduría:

  • El Conocimiento consiste en la acumulación intelectual de datos.
  • La sabiduría es la habilidad de relacionar y utilizar correctamente esos datos. La sabiduría viene solo con la experiencia y se obtiene adaptando el conocimiento a las necesidades y circunstancias de la vida.

El predicador educado tiene una decisiva ventaja sobre el no educado. Su conocimiento de la gramática y su dominio del idioma es mayor. Su conocimiento de temas generales es más amplio y este acopio de información le será de inestimable valor para ilustrar y aplicar el mensaje.

 

Resumen tomado de: Que prediques la Palabra, por Escuela Bíblica Emmaus
Compilado por: Rubiel Navarro Ch.