SQ003-Las Cinco Solas

Cinco Solas es la denominación conjunta para cinco frases en latín que surgieron durante la Reforma Protestante y sintetizan las creencias teológicas básicas de los reformadores que entraban en contraposición con la doctrina católica:

1.  SOLA SCRIPTURA (sólo la Escritura)

La Palabra de Dios es la máxima autoridad en materia de fe y práctica. Por tanto, nada que contradiga la revelación de Dios puede regular la vida del creyente.

La Biblia es la única y final fuente de autoridad, de la cual se deriva toda doctrina, teología y práctica religiosa aceptable para Dios. Absolutamente inerrante en los documentos originales, infalible, exhalada por Dios, y única fuente de fe y conducta para el verdadero creyente.

Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la rectitud nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia.

(2 Pedro 1:3 RVC)

El conocimiento de Dios incrementa en nosotros la gracia y la paz que de Él hemos recibido. El poder divino de nuestro Salvador nos ha otorgado como un don todas las cosas para la vida espiritual y para la piedad cristiana, mediante el conocimiento que de Dios nos ha sido otorgado. El poder para crecer no viene de nuestro interior sino de Dios, a través de todo lo consignado en la Escritura. Ella debe ser nuestro fundamento de autoridad en conocimiento e indicaciones de vida.

La doctrina de que la Biblia es por sí sola la autoridad suprema, fue el “Principio Formal” de la Reforma. En 1521, en el histórico interrogatorio de la Dieta de Worms, Martin Lutero declaró su conciencia cautiva a la Palabra de Dios diciendo: “Al menos que se me convenza mediante testimonios de la Escritura, y claros argumentos de la razón, porque no le creo ni al Papa, ni a los concilios, ya que está demostrado que a menudo han errado y se contradicen entre ellos, estoy vencido por los textos de la Sagrada Escritura que he citado, y mi conciencia está ligada a la Palabra de Dios”.

Del mismo modo, la Confesión Bélgica estableció: “Creemos, que esta Santa Escritura contiene de un modo completo la voluntad de Dios, y que todo lo que el hombre está obligado a creer para ser salvo se enseña suficientemente en ella…  Tampoco está permitido igualar los escritos de ningún hombre -a pesar de lo santos que hayan sido- con las Divinas Escrituras, ni la costumbre con la verdad de Dios (pues la verdad está sobre todas las cosas), ni el gran número, antigüedad y sucesión de edades o de personas, ni los concilios, decretos o resoluciones; porque todos los hombres son de suyo mentirosos y más vanos que la misma vanidad. Por tanto, rechazamos de todo corazón todo lo que no concuerda con esta regla infalible… (VII)”.

Como dice la Escritura,

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.

(2 Timoteo 3:16-17)

Toda y cada una de las partes de la Escritura es inspirada por Dios, lo que nos da a entender que Dios intervino de forma sobrenatural en el funcionamiento psicológico-espiritual de los sagrados escritores, moviendo sus facultades superiores: mente corazón, memoria y voluntad, de tal forma que ellos pensasen y escribiesen sólo y todo lo que Dios quería que dijesen, haciendo que cada uno, al mismo tiempo, echase mano de la formación e información que ya poseía , con lo que el estilo personal queda respetado. Con base en los principios fundamentales de la hermenéutica, es imprescindible aclarar que de este carácter inspirado, propio de la Sagrada Escritura, participan únicamente los documentos originales en los idiomas hebreo, arameo y griego.

2.  SOLA GRATIA (sólo la gracia)

La salvación es un don de Dios. Por tanto, es algo que el pecador recibe de forma inmerecida basada en los méritos de Cristo alcanzados durante su vida, muerte y resurrección.

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

(Efesios 2:8-10)

La salvación es por la gracia de Dios. Esto en contraposición a las doctrinas que enseñan que la salvación puede ser merecida por obras o cualidades humanas. El evangelio es comúnmente llamado «el evangelio de la gracia», porque sin la gracia el evangelio deja de ser buenas noticias. La Biblia enseña que el hombre, puesto que está muerto espiritualmente, no puede reconciliarse con Dios; por lo tanto, Dios nos salva solamente por su gracia soberana, sin cooperación humana.

Cristo es el único que puede justificarnos. Las obras, incluidos los ritos eclesiales y cualquier otro tipo de esfuerzo humano, no son la causa de la salvación del hombre. Cristo murió por nosotros y a través de él, por medio de la fe, somos salvos, para que nadie crea que fue salvo por su propio mérito, ni para que se glorifique de sus propias obras. Por lo tanto, la salvación es obra de la sola gracia de Dios:

Como declara la Confesión Bautista de 1689, “Cristo, por su obediencia y muerte, saldó totalmente la deuda de todos aquellos que son justificados; y por el sacrificio de sí mismo en la sangre de su cruz, sufriendo en el lugar de ellos el castigo que merecían, hizo una satisfacción adecuada, real y completa a la justicia de Dios en favor de ellos; sin embargo, por cuanto Cristo fue dado por el Padre para ellos, y su obediencia y satisfacción fueron aceptadas en lugar de las de ellos, y ambas gratuitamente y no por nada en ellos, su justificación es solamente de pura gracia, a fin de que tanto la precisa justicia como la rica gracia de Dios fueran glorificadas en la justificación de los pecadores”.

Como dice la Escritura,

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia,..

(Efesios 1:3-8)

En Cristo tenemos todos los beneficios de conocer a Dios y si vivimos en una constante relación íntima con Cristo, podemos disfrutar ahora de estas bendiciones. La salvación es una de estas bendiciones; depende por completo de Dios, pues no somos salvos porque lo merezcamos, sino por la gracia de Dios que se nos da gratuitamente, de acuerdo con Su plan, que se originó en la mente eterna de Dios mucho antes de que existiéramos.

La gracia es el favor voluntario y amoroso que da Dios a quienes salva. Este favor es inmerecido y bajo ninguna decisión humana se puede obtener, pues viene solo por la misericordia y el amor de Dios. Sin la gracia de Dios, nadie puede salvarse. Para recibir entonces la salvación, debemos reconocer que no podemos ganarla por nuestro propio esfuerzo, sino que solo Dios puede hacerlo y que solo hay un camino, la fe en en la obra de Cristo en la cruz.

3.  SOLA FIDE (sólo la fe)

La salvación es otorgada por medio sólo de la fe. Esto en contraposición a las doctrinas que enseñan que la salvación puede ser merecida, o «ganada» (o siquiera «ayudada») por obras humanas.

La fe es lo único que, mediante la gracia de Dios, nos salva. Ninguna obra puede salvarnos, sino sólo la fe. Dice el apóstol Pablo:

“Porque en el Evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: «Mas el justo por la fe vivirá».

(Romanos 1:16-17)

La salvación, entonces, sólo puede ser recibida cuando ponemos nuestra fe en Aquel que murió por nosotros, excluyendo la posibilidad de que nuestras obras puedan contribuir.

Por lo tanto, llegamos a la conclusión de que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley.

(Romanos 3:28 RVC)

La Biblia nos enseña que las buenas obras no nos justifican delante de Dios y que la salvación se obtiene solamente al poner nuestra fe en que Jesucristo sufrió el castigo que nosotros merecíamos por nuestros pecados. Al confiar en Jesús, nosotros somos considerados justos delante de Dios por la justicia de Cristo.

No existe decisión humana ni esfuerzo personal que anule la distancia que hay entre la perfección moral de Dios y la conducta imperfecta del hombre. Somos salvos solo por creer y aceptar lo que Dios ha hecho por nosotros, a través de Su Hijo Unigénito Jesucristo. Las buenas obras no compran la vida eterna, no obstante, son importantes para crecer en la santificación después de lograr la salvación, por la fe en el plan de Dios.

¿Por qué el plan de Dios determina que la salvación es solo por fe?:

  • La fe excluye la arrogancia del esfuerzo personal, porque la fe no es algo que hacemos.
  • La fe enaltece lo que Jesucristo ya hizo, no lo que hace el hombre.
  • La fe evidencia que no podemos cumplir con la Ley ni satisfacer las exigencias de Dios.
  • La fe se fundamenta en nuestra relación con Dios, no en lo que hagamos por Dios.

La Confesión de Fe Westminster establece, “La Fe, así recibida y reposada en Cristo y su justicia, es el único instrumento de justificación; aunque esta no actúa sola en la persona justificada, sino que está siempre acompañada de todas las demás gracias salvíficas; no siendo una Fe muerta, sino más bien, una Fe que obra por el amor”.

De la misma manera, la Confesión Ginebra señalo la necesidad para aquellos justificados por fe diciendo, “Confesamos que la entrada que tenemos a los grandes tesoros y riquezas de la bondad de Dios que nos es asegurada es por fe; como también, con confianza cierta y seguridad de corazón, creemos en las promesas del evangelio, y recibimos a Jesucristo como nos es ofrecido por el Padre y nos es descrito por medio de la Palabra de Dios (Artículo11)”.

Y También la Escritura dice:

Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.

(Romanos 5:1-2)

La confianza de la fe realiza lo que nunca podría conseguir el esfuerzo por producir las obras de la Ley: le da al hombre la paz con Dios. Jesús nos introduce a la presencia de Dios mismo; nos abre la puerta de acceso a la presencia del Todopoderoso. Y cuando se abre esa puerta, lo que encontramos es la Gracia; no condenación, ni juicio, ni venganza; sino la eterna, inmerecida e increíble amabilidad de Dios.

4.  SOLUS CHRISTUS (sólo Cristo)

La salvación es obtenida solamente gracias a, y por medio de la obra sacrificial de Cristo en la cruz. Excluyendo así todo otro camino para llegar a Dios. El único fundamento de la fe es Jesús:

Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.

(1 Corintios 3:11)

Por la gracia de Dios, hoy puedes tú ser salvo y recibir al Espíritu Santo como tu verdadero ayudador. ¡Solo tienes que manifestar en oración que crees en Cristo y aceptas que Él sea el Señor de tu vida!

De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos.

(Hechos 4:12 NVI).

El evangelio nos enfoca en la persona de Cristo, como nuestro perfecto Salvador; enseña que nadie puede añadir a la obra redentora de Cristo. El nombre de Jesús es dado a los hombres de toda edad y nación, porque los creyentes son salvos de la ira venidera solo por Él. Él es suficiente.

Según la opinión más probable, la idea no es que para salvarse sea absolutamente necesario conocer el nombre de Jesús (que significa «Jehová salva»), sino que nadie puede salvarse si no es por medio de la obra de la redención llevada a cabo por Jesús, con el deseo implícito de seguir el método fijado por Dios. La salvación siempre procede de Dios.

La Reforma hizo un llamado a la iglesia a regresar a la fe en Cristo como único mediador entre Dios y el hombre. Mientras la iglesia romana mantuvo que “hay un purgatorio y las almas que son detenidas allí son ayudadas por las oraciones intercesoras de los feligreses”, “los santos deben ser invocados y venerados”, y que, “sus reliquias deberán ser veneradas”, los reformadores enseñaron que la salvación es solamente a través de la obra de Cristo. Como dijo Juan Calvino en los Institutos de la Religión Cristiana, “…intervino Cristo, e intercediendo por nosotros tomó sobre sus espaldas la pena y pagó todo lo que los pecadores habían de pagar por justo juicio de Dios; que expió con su sangre todos los pecados que eran causa de la enemistad entre Dios y los hombres; que con esta expiación se satisfizo al Padre… vemos solamente hacia Cristo para obtener favor divino y amor paternal”.

Como dice la Escritura,

Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.

(1 Timoteo 2:5-6)

El pecado había puesto enemistad entre Dios y nosotros; Jesucristo es el Mediador que hace la paz. Él es el rescate que iba a ser conocido en el tiempo establecido. No hay ninguna persona dentro de la historia de la humanidad, que haga las veces de mediador entre los hombres y Dios, y mucho menos los protagonistas de las diferentes historias que se narran en la Biblia, excepto Jesucristo, el autor y consumador de la fe.

5.  SOLI DEO GLORIA (Sólo a Dios la gloria)

La salvación, asimismo como todo lo que ocurre en la creación, es sólo para la gloria de Dios. Esta doctrina es en contraposición a cualquier otra doctrina que enseñe o permita que algún ser, aparte de Dios, pueda recibir la gloria.

El propósito de la salvación que recibimos es glorificar a Dios; poner de manifiesto las excelencias o virtudes de su carácter.

Yo soy el Señor, ése es mi nombre; mi gloria a otro no daré, ni mi alabanza a imágenes talladas.

(Isaías 42:8 LBLA)

El celo del Señor por su verdadera gloria se expresará principalmente en el resplandor de Su luz por todo el mundo. El evangelio naturalmente nos lleva a declarar: ¡Soli Deo gloria! La gloria le pertenece exclusivamente a Dios, ya que Su Palabra es la máxima autoridad, Su salvación es solo por gracia por medio de la fe y Su redención en Cristo es la única manera de llegar al Padre. Por lo tanto, solo nos queda concluir: ¡la gloria debe ser exclusivamente para Dios!

La Reforma recuperó la enseñanza bíblica de la soberanía de Dios sobre todos los aspectos de la vida del creyente. Toda la vida deberá ser vivida para la gloria de Dios. Este gran y apasionado propósito fue enfatizado por quienes en los siglos XVI y XVII buscaban reformar a la iglesia de acuerdo a la Palabra de Dios; vieron que toda la vida debe ser vivida bajo el Señorío de Cristo. Cada actividad del cristiano ha de ser santificado para la gloria de Dios.

Como la Escritura dice,

Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.

(1 Corintios 10:31)

El amor de Dios debe impregnar nuestras vidas, de tal forma que todo lo que hagamos sea para Su gloria, para complacerle y honrarle. Este es el gran fin de toda verdadera creencia, y nos sirve de dirección cuando no hay reglas expresas.

Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

(1 Pedro 4:11).

¿Cómo es glorificado Dios cuando usamos nuestros talentos? Cuando consideramos seriamente que ninguno de ellos son para nuestra exclusiva complacencia, sino que los usamos como el Señor indica, para ayudar a los demás; ellos verán a Jesucristo en nosotros y lo alabarán por la ayuda que reciban.

Compilado por: Rubiel Navarro Ch.