Así dice aquel cuyo nombre es el Señor, el que hizo la tierra, y la formó y la estableció con firmeza: «Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces»
(Jeremías 33:2-3)
Dios habla una y otra vez para consolación, lo mismo que para amonestación de su pueblo. Y es que nosotros, no sólo somos tan desobedientes que necesitamos precepto sobre precepto para traernos al camino del deber, sino también tan desconfiados que necesitamos promesa sobre promesa para traernos al camino de la confianza.
¿Quién es el que asegura este consuelo? El mismo que primero hizo la tierra y después le dio forma y la estableció firmemente; y Él que ha hecho la promesa, de seguro la cumplirá, porque el Señor es su nombre, un Dios que se involucra en Sus promesas y las cumple, un Dios que lleva las cosas a la perfección.
Esta consolación ha de obtenerse mediante la oración: «Clama a mí, y yo te responderé»”. Dios le aseguró a Jeremías que solo tenía que clamar a Dios y que Él contestaría, así como hoy también nos lo dice a nosotros.
Dios está listo para contestar nuestras oraciones, pero debemos pedir su ayuda. Con seguridad puede ocuparse de nuestras necesidades sin que se lo pidamos, pero cuando lo hacemos, reconocemos que solo Él es Dios y que no podemos lograr con nuestras fuerzas todo lo que está en su dominio hacer. Cuando pedimos, debemos humillarnos, echar a un lado nuestra preocupación y obstinación, y determinar a obedecerle.
¿Cuáles son «las cosas grandes y ocultas que no conocemos»? El Señor nos promete:
- Renovación de la salud y revelación de abundancia de paz y de verdad:
He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad.
(Jeremías 33:6)
- Liberación de la esclavitud y restauración de las cosas arruinadas:
Haré que vuelvan del país adonde fueron llevados prisioneros, para que reconstruyan su ciudad y vuelvan a ser tan fuertes como antes
(Jeremías 33:7 TLA)
- Purificación de toda iniquidad:
Y los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus pecados con que contra mí pecaron, y con que contra mí se rebelaron.
(Jeremías 33:8)
- Testimonio honroso para Dios:
Y me será a mí por nombre de gozo, de alabanza y de gloria, entre todas las naciones de la tierra, que habrán oído todo el bien que yo les hago; y temerán y temblarán de todo el bien y de toda la paz que yo les haré.
(Jeremías 33:9)
Los que esperamos recibir consuelo de Dios debemos invocarlo. Las promesas de Dios nos guían al evangelio de Cristo; y en Él Dios ha revelado su verdad para dirigirnos, su paz para tranquilizarnos. Todos los que son limpiados de la inmundicia del pecado por la gracia santificadora, por la misericordia perdonadora, son liberados de la culpa. Cuando los pecadores reciben la justicia, y son lavados y santificados en el nombre del Señor Jesús, son capacitados por el Espíritu Santo para andar delante de Dios en paz y pureza. Muchos son llevados a notar la diferencia real entre el pueblo de Dios y el mundo que los rodea, y a temer la ira divina.
Se promete que el pueblo que estuvo entristecido por mucho tiempo, de nuevo se llenará de gozo. Donde el Señor da justicia y paz, dará todo lo necesario para las necesidades temporales; y todo lo que tenemos serán consolaciones como santificados por la Palabra y la oración.